miércoles, 21 de diciembre de 2011


LOS MINISTROS DE RAJOY


Por circunstancias, tengo un conocido que es amigo de un ministrable. Hace pocas horas habló con él, en las vísperas:

-¡Fulano!¡Qué honor que me llames! ¡A partir de ahora tendré que llamarte yo a ti, ¿eh?

-Jajajajaja, calla, calla…

-Ya iré yo a Madrid a verte ya, ¡y no te olvides de mí!

-Jajaja,  ay cómo eres,  jajaja…

Un ja era de no tenerse, el otro de nerviosismo y el tercero de puro terror y nada más colgar he intervenido:

-Oye, como te vayas me estás buscando un momio.

-Jajaja, jajaja

El ministrable,  quiero decir, no estaba solo. El ministrable tenía una familia, un séquito, unos amigos, unos conocidos y unos saludados,  un mundo concéntrico, y cada uno de ellos su propio orbe satelital y todos íbamos sintiendo una ilusión.

Yo ya me sentía en la red de relaciones del ministro. Vamos, que si estuviese en facebook podría haberle propuesto una amistad.

El ministrable imagino que vivía su condición de señalado con mucho pudor, pero con el sufrimiento del amor, que es esperar una sola llamada entre todas. Uno no ha amado hasta que no ha dormido abrazado al teléfono.

El ministrable era el enamorado, el adolescente al que acusan de amar: “Calla, qué dices, sí, yo...“. Pocos rubores tan virginales como el suyo; una hermosura de otoño ha sido para algunos, que ya no podrán ver una hoja de roble sin pensar en Mariano.

El presidente, con ese no sé qué rumiante que parece tener,  ha   enseñado el quinielón, como si desvelara quiénes han de adentrarse en este reality de invierno y crisis, y la actualidad se ha volcado con violencia depredadora sobre unas trayectorias que estaban ahí esperando. Internet escupía biografías muy cortantes, muy sumarias, como necrológicas sin melancolía.

A la Justicia le ha tocado Gallardón, y el Comando Rubalcaba, con sus espías de sms, ya nos empieza a parecer la T.I.A.

Del marrón se encargará Luis de Guindos, que por haber trabajado en Lehman Brothers no gusta a la izquierda espontánea, que es fundamentalmente ya toda la izquierda. La economía ya no es una ciencia, es como la fontanería, es un enjambre electrónico  con el que se atreven cuatro y no es casualidad que todos se vayan colocando de ministros:

-El avión se estrella y al piloto de ha dado un parraque, ¿alguien entre los pasajeros?

-¡Yo una vez trabajé en Lehman!

A la izquierda no le valen ni los ejecutivos de las multinacionales, ni los financieros,  ni los banqueros, ni los ministros de Aznar, ni siquiera les vale Soria porque se le parece, de modo que, claro, para ellos todo es tirar de alcaldes de Manresa y de independientes, cuando aquí, ya lo ha dicho Ruiz Quintano, el independiente es Rajoy.

Los libertarios como Enrique de Diego tampoco están contentos porque todos han estado alguna vez en el presupuesto. Libres de presupuesto en España hay menos que vírgenes.


Se sabe cuándo una ideología es extrema por lo difícil que lo tiene para encontrar ministros.

Sé que en Defensa no hay un militar y en Cultura no hay un escritor, y supongo que eso era la tecnocracia. ¿De qué sabe un tecnócrata? La técnica es lo que lleva a una declaración, decía Pollock y esa declaración la hará Soraya, dinamo reglamentaria, que es un homenaje dulce, vivo y creciente a doña Loyola, q.e.p.d, a la que Dios se llevó antes de que pudiese lidiar con una Crisis que estaba hecha para ella. Hay políticos bonancibles y políticos del órdago.

La tecnocracia es la manera que tiene el Estado de protegerse del cesarismo mamario de los berlusconis, aunque quién nos iba a decir que la nueva tecnocracia no iba a ser la del Opus Dei, sino la del Gato al Agua.

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