martes, 17 de enero de 2012


EL SÁLVAME DE RAQUEL BOLLO


La protagonista del Deluxe de Reyes iba a ser Raquel Bollo, presentada como "campeona moral" de Acorralados. LLegó con un vestido dorado palabra de honor, y en los monitores repetían las imágenes en que aparecía cruficicada bajo una ducha fría, como una Kate Winslet hipotérmica.

Más que ajustar cuentas de su paso por el concurso (su flirt con Escassi, su juventud perdida y venenita), Raquel tenía que responder a la demanda que al parecer ha interpuesto contra ella Chiquetete, por unas delcaraciones previas sobre un posible maltrato y la pérdida consiguiente de un bebé.

La realidad es que Chiquetete ha demandado a medio Sálvame y sólo se ha librado el discreto y secretarial Escaleto, el joven ayudante de dirección.

No estaba Jorgeja, sino Terelu Campos, que lucía un pantalón y blusa negra de encaje. En uno de sus paseos por el plató, el cámara se arrastró como una oruga para tomar sus piernas a ras de suelo y esbeltizarla un poco. Terelu conducía con relajo andaluz, pero aún muy guionizada, aún algo envarada.

Como no es Jorge, que dirige ya con la mirada, como un Zubin Mehta, el patio de colaboradores se le desmandaba un poco. Rosa, Lydia y Chelo, desgañitándose, eran como las Supremas de Móstoles.

Kiko lucía su cara sin bolsas. Un ojo aún estaba un poco a la virulé y no es por criticar el esfuerzo, pero estaba raro. Su mirada, sin esas bolsas que la amortiguaban queda aún más fría y el movimiento de su mandíbula, suelta como la de un sexagenario, contrasta más con sus párpados juveniles.

Luis Rollán, compadre de Raquel, estaba peripuesto, derivando hacia una forma de dandismo nazarí.

Raquel defendía su historia, muy locuaz, muy convincente. De repente daba una palmada y enseñaba a cámara una palma de su mano abierta, en gesto de sentencia judicial. Eso resultaba irrefutable. Matamoros, por si acaso, iba desgranando un par de principios generales del derecho y Belén, que parecia COurtney Love, jaleaba a la Bollo como un torero:

-Eh, Raquel...
-¡Ole ahí, Raquel!
-¡Amos, amos, amos!...

Raquel, que empezó siendo portavoz del mundo de Cantora en los años del ostracismo mediático, ha devenido en colaboradora versátil, que además es capaz de ir a un concurso y hacerlo bien.

¿Qué ha de tener un colaborador? Elocuencia, resistencia física a las vejaciones y un aval de amistad o historia. Raquel tiene ambas: la amistad con la Pantoja y su realidad de madre corajuda, en la estela de Belén Esteban, labrando su surco televisivo mientras refinaba su belleza mora. 

Raquel desgranaba su vida con Chiquetete (Antonio Cortés Pantoja, le llamaba), las penurias primeras ("cuando le conocí llevaba un chándal de cani con zapatos de charol"), el supuesto maltrato y la evolución del hijo Manuel, que es el vivo retrato del padre y canta con su miajita de pellizco. Contó también cómo vive su amor actual con Semi, que es un nombre curioso y precarizante cuanto menos y recuerda a la letra de Telenovela ("un medio amor, sin solución"). La Bollo defendía su verdad y en ella iba dejando un perfil del cantante que, sin ser amable, si era humano, completo, gris. Un hombre dotado, débil quizás, cobarde ("esa cobardía de su amor por ella"), enfermo y probablemente arrepentido.

Contó Raquel un episodio sevillano en semana Santa, en la procesión de la Hermandad de los Gitanos, y pudimos imaginar a Chiquetete bajar turbado su mirada hindú, lanzando una saeta doliente y contradictoria al cielo frío y labrado de Sevilla.

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