jueves, 12 de abril de 2012


PITIN-GO HOME


Al cantante Pitingo, que tenía organizada una gira de conciertos por los E.E.U.U., le han denegado el visado de acceso por coincidir su nombre real con el de un presunto terrorista.

Lo primero que sorprende es que Pitingo no se llame en realidad Pitingo, pues si hay un nombre artístico apropiado al artista es el suyo. Un gerundio inglés en un diminutivo. El rebajamiento de la nombradía terrible del flamenco impulsado al mundo exterior por un gerundio y un verbo de acción. Pitingo, amarillo y afilado, como el rostro de Pitingo cuando canta. Pitingo, que le quita al artista el apellido real, común, y con su nombre de guerra (¡de guerra!)se crea un perfil divertido, familiar, irreal, un nombre de mascota.


Pitingo se llama Antonio Manuel Álvarez Vélez y sólo reconocemos en Pintingo el Vélez, pues tiene el cantar dentudo y sonriente, de ciego, de José Velez.

Pitingo tiene un swing renqueante, dulzón, y canta siempre su mismo palo personalísimo. Pitingo es su propio género y la incomprensión que sufre se debe a que en España nunca se ha valorado la música negra. Pintingo es un palo, o ,si se quiere, un palillo. 

Me imagino a Pintingo al enterarse de la noticia, tratando de convencer al funcionario de su amor por los EEUU cantándole una souleria desesperada, pues la soulería, mezcla de bulería y soul yanqui, es su gran aportación al acervo. El funcionario atónito, Pitingo demostrándole lo negro de su quejío.



Pitingo es la fusion, y no hay nada más contrario al fundamentalismo del terrorismo que la fusión. Pitingo es un gitano que canta como un negro y tiene ya cobre y cana de hindú. Pintingo es el sincretismo del artista nuevo y el paradigma de un mundo pacífico, mezclado, sonriente y banal.

Si hubo una burocratización del mal, del terrorismo, ahora estamos ante la burocratización de la lucha contra el mismo. Así, se dan casos como éste, de severa incomprensión del individuo.

Que a Pintingo le confundan con un terrotista es como si en Los Demonios de Dostoyevski saliera Luis Aguilé. Esa burocrática lucha contra el mal está generando situaciones de nueva banalización, de rebanalización del terror, emparentando en situaciones hilarantes (comicidad de embajada, de aeropuerto, donde a uno le pueden tomar por otro, trastocando la certeza de su identidad) a Llamazares con Bin Laden, o a Pitingo con un terrorista.

Ni los españoles hemos comprendido la negritud almíbar de Pitingo, ni su mismidad de palo que se basta a si mismo, ni los EEUU han entendido el efecto que genera que el crisol de cosas que es Pitingo, que es un individuo Benettón, sea tomado por terrorista. Él, que es estrella de la fusión y un empecinado de la americanización del cantaer agitanado.


Sospechoso aquí ya era Pitingo, y ahora es sospechoso allá. Rehén paralizado en embajada, hombre detenido en aeropuerto, cuando de todo esto huyo Pitingo (¡y de su ramalazo Vélez!) al cambiar su nombre.

Debería haber un registro internacional de Pitingos, que no necesitaran visa, ni permiso, pues han abolido todas las fronteras.

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