sábado, 7 de abril de 2012




UN RATO DE TELE: EL DELUXE DE MERCEDES MILÁ y Mª LUISA MERLO.



Abortadas las procesiones, nos quedaba el Deluxe, que ofrece al viernes noche, noche televisiva por excelencia, la garantía del buen directo. La noche de los viernes era la noche del ‘Un, dos, tres’, la noche en que el alma laboral se abre al show business, al mundo del ocio.

Anoche el programa estaba dedicado a Mercedes Milá, compañera de cadena, que no de productora. Llegó la Milá con pantalón y camisa negra varonil, con su acostumbrada chupa vaquera que es la misma chupa vaquera que lleva siempre Ramoncín. Además, sus zapatos planos, porque Mercedes es como una vástaga feminista de Audrey, y descalzándose del taconazo parece conquistar no sabemos si una elegancia o una libertad femenina. Además, tenía aderezos de cutreluxe, pacoclavelizada. Unos pendientes de corchos y un anillo que era una ficha de dominó. EL pelo revuelto, los ojos del padre fallecido y una impostada (a mi juicio) frescura, una frescura forzada que en la Milá ha sido siempre un tic.

El programa tuvo un algo de homenaje al género de la entrevista. Jorgeja, que fue felizmente definido como un parvenu al mundo de Cantora, repasaba con ella las míticas entrevistas de los ochenta. Una Pantoja retadora y obstinada en su viudedad o Encarna, como “un canto de sinceridad constante”, estrella y rehén de una megalomanía de corte peronista. ¿Fue Encarna nuestra Evita?

Mercedes encarna un izquierdismo menguado y salonnard, que se aferra a causas simbólicas: La defensa de una pequeña librería de barrio, convertida en última bastión del libro como elemento revolucionario y zen (el enraizamiento del lector a la tierra, bella metáfora que anoche apuntó), la defensa talibana del prohibicionismo del cigarro o la moralización abusiva de las cosas, como cuando acusó a Jorgeja de que los aplausos del público estaban motivados por un animador. Ella ha prohibido esos efectos en su plató, porque entiende por inmoral la falta de sinceridad en el aplauso.

En el ambiente estaban estas cosas, tan suyas, junto a una cierta incongruencia que ella reconoce (“soy una mafiosa”), visible en la diferencia que media entre la dureza con la que hace llorar a un concursante de GH y la ternura acrítica con la Pantoja o Miguel Bosé, al que “ama y del que sólo recibe amor”.



Tanto amor hay entre ambos que si uno se fija comparten muchos gestos y hasta una forma de hablar. Mercedes Milá parece también parte del clan Bosé.



Lo mejor de la entrevista fue que rebautizaran a la misteriosa pareja de la Milá como Torso. De su identidad sólo se conoce el vigor pectoral y un abdominal marcado y Torso, que suponemos que no será Hugh Jackman, ya no podrá ser otra cosa que Torso. Torso y Mercedes son felices. Torso para Mercedes es un hombre-hombre, como otros buscan una mujer-mujer.

Al final, el Deluxe viró hacia lo sentimental en el recuerdo del padre (papá). La Milá cansó un poco y Jorgeja incurrió de nuevo en algo que puede ser su final: el lado Gemio de lo televisivo. La sorpresa. La emoción grata y dulzona. En el deluxe los colaboradores navajean cada vez menos y ya aparecen las largas piernas sin argumento de Adriana Abenia. En el trasnoche del deluxe, la cacha de Adriana ejerce una magnetización de la mirada. Una pierna que es como un circuito de fórmula uno, con virajes imprevistos y una pantorrilla sorprendente, sustancial, que desmiente la constante elevación rubia. Pierna de vedette, pierna joven, de la suma sensualidad sin fetichismos.

Tras la extremidad de Adriana y la Milá, con su histrionismo afectado, llegó María Luisa Merlo, de histrionismo libre y serotonino, quien a mi juicio merecía el programa entero. Con setenta años “muy trabajados en no tener ego”, esta mujer, que es hija, ex, madre, abuela, prima, sobrina, vecina, bisnieta, suegra, madrastra, ahijada de actores nos habló de su historia (cósmica) con Carlos Larrañaga y de paso nos informó de su mejoría. La Merlo huye del papel de víctima en esa relación y disculpa al actor (“Carlos ligaba consigo mismo”), se reconoce Don Juan Femenino y dice algo hermosísimo: “cuando somos infieles, los románticos organizamos unos ciscos tremendos. Rompemos familias, destrozamos vidas y todo por quince días”. La Merlo es el divorcio sin desamor y el amor de reojo y la aceptación de las pasiones en el mundo bohemio del teatro antiguo, donde enamorarse era solamente “juntar el baúl”.

En un momento de la entrevista todo el mundo era “estupendo” y la vida de los Larrañaga-Merlo parecía un método stanilavski. Doña María Luisa habló de las drogas; “Me ponían mística y cuando iba bien puesta me iba a misa” y de los hombres:

-Noto que no me miran, ¿será que no me fijo?

Llegada cierta edad, todas las mujeres adquieren la condición de divas de una comedia perfecta.

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