domingo, 3 de febrero de 2013



LO DE RAJOY

Viendo ayer a Rajoy me acordé  de cuando Sheldon Cooper decidió comunicarse con el mundo mediante un engendro compuesto de ruedas y una pantalla en la que salía él por videoconferencia . Yo ya me veo a Rajoy encerrado en Génova tirando de skype y un robotillo que le moverá Floriano. Además, la conferencia fue abusivamente azul, pero un azul sin frescura. La fidelidad corporativa de la derecha al azul empieza a cansar. El azul balcón, azul derrota, azul Escorial, azul contable, azul cuaderno, azul auditoría. Se sabe que un partido está necesitado de renovaciones por cuánto nos cansa su color. Génova es un cuarto azul en el que ya han pasados muchas cosas. Es un azul sin caracola, pero con psicofonías. Azul gluglú, azul submarino en el que Rajoy parecía un delfín del Oceanográfico, un tiburón si se quiere, pero tiburón acristalado. Así que Rajoy, encadenado a la verdad (Camacho) como a una bola penitenciaria, va a moverse rodeado de metacrilatos, como en un papamóvil, huyendo de las preguntas como una folclórica en Santa Justa o como un padre huye de la primera pregunta sexual del niño. Rajoy, en la hora de la verdad, se hundió en su biografía: él es un registrador record y absuelto que con ese triunfo se ganó la independencia:

-Yo me sé ganar la vida.

Eso no se lo van a perdonar los españoles, que precisamente tienen el problema de no saber hacerlo.

Rajoy si ha sido algo ha sido un independiente. Un opositor que dejó su carrera y un político que no necesita la política.

-No estoy aquí por dinero, ni por vanidad.

¿Pero por qué está Rajoy?

Quizás lo  (cor)recto al estallar lo de Bárcenas hubiera sido organizar un Valencia inverso en que la cúpula se fuera en directo, bajándose uno a uno como se bajan los castellers, para “dejar trabajar a la justicia”, la pobre, tan curranta. Esto es una candidez, claro.
El poder no puede ser sólo el BOE. No pueden ser todos los céntimos contados de una auditoría. Si así fuera, se haría necesaria una trama de sobres e iniciales para darle interés. El poder debe de ser, usando la fórmula de levedad de Rajoy, la sombra de la sombra de algo. Del miedo, quizás.

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